Armorial (escudos)
Genealogía
Principios básicos
Genealogía
Como hacer un árbol genealógico
Onomástica /apellidos
El nombre de pila
Parentesco
Nobleza
Títulos Nobiliarios
Caballeros
Hidalguía
Nobleza en Hispanoamérica
Nobleza en Portugal
Corporaciones Nobiliarias
Corporaciones Paranobiliarias
Cofradías Nobiliarias
Casa Solar
Tratamientos
Ciencias Complementarias
Dinastías Reales
Heráldica
Heráldica general
Heráldica comparada
Heráldica en Hispanoamérica
Heráldica municipal
Heráldica eclesiástica
Heráldica militar
Heráldica nacional
Heráldica representativa
Empleo actual de la Heráldica
Simbología
Diseño heráldico
Banderas
Sellos
Órdenes Militares
Órdenes Religiosas
Órdenes Civiles
Bibliografía
Diccionario
Productos y Servicios
Muestrario
Foros
Foro público
Contacta
E-mail
Sugerencias y Reclamaciones
Redes sociales
Facebook
Twitter
Instagram
Blog
PARENTESCO



El linaje, concepto y clases


Nuestro diccionario define el linaje como ascendencia o descendencia de cualquier familia, y no cabe duda de que éste es su significado, desde una perspectiva muy amplia, es decir, desde la que lo entiende como linaje biológico. El linaje, desde esta perspectiva no es sin embargo algo distinto al de los seres irracionales y tendrá un interés muy limitado como objeto de estudio.

Sin embargo vamos a intentado matizar un poco más, pues si bien es cierto que, cuando nos referimos al linaje de una persona estamos hablando de sus ascendientes o de sus descendientes, sin embargo, desde el punto de vista de la Genealogía y de la Historia, el término linaje tiene unas connotaciones más específicas.

En efecto, los historiadores, especialmente los medievalistas, llaman linaje al conjunto de parientes unidos por vínculos de sangre -generalmente por vía agnaticia- y que actúan en su medio social con una cierta cohesión, habitualmente bajo unas mismas señas de identidad: apellido y armas. Es por tanto, fundamental, para la existencia de este otro sentido de linaje la propia conciencia de su existencia. Así, es necesaria la asunción por sus componentes de una cierta honra por su pertenencia, sea cual sea su nivel en la sociedad.

En la actualidad, este sentido de linaje y la conciencia de su existencia, está muy diluida y muchas veces ignorada por la mayoría de los ciudadanos, lo que no implica que no pertenezcan a determinado linaje, sino que debido a multitud de factores como el inexorable paso del tiempo que deja atrás muchas tradiciones, cambios de residencia que implican dispersión familiar, etc., ha relegado al olvido, este concepto, que si bien es perfectamente compatible con nuestro actual modo de vida, muchos lo consideran erróneamente como algo retrógrado y anclado en el antiguo régimen, desdeñando todo lo que de positivo tiene, sobre todo en el ámbito de la cohesión familiar y lo que ello implica en el desarrollo personal del individuo y su entorno.

Es indudable que los linajes han existido siempre en todas culturas, así lo vemos entre los griegos y los romanos y -especialmente- entre los germanos.

En nuestra sociedad altomedieval tenemos pocas menciones de linajes y curiosamente, cuando surgen por entonces éstos, aparecen bajo un término árabe, como si en el mundo cristiano no existiera todavía este concepto de linaje. Cierto es que a veces vemos la expresión latina de casata, referida a un personaje concreto y para englobar a sus herederos, pero esta expresión se utiliza para denominar a la descendencia de alguien, tanto por línea masculina como femenina, y no por tanto a los miembros de una estirpe como la entendemos en la actualidad.

Sin embargo en las crónicas musulmanas sí aparecen nombres de linajes cristianos: así, se llama a la dinastía de Pamplona los ibn Wanaqo, es decir, los hijos de Íñigo; a los Condes de Castilla los Ibn Fernand, en recuerdo del famoso Fernán González; y a los Condes de Carrión los Ibn Gómez. Lo más curioso es que esta forma árabe de denominar a las familias pasará muchas veces a los documentos cristianos. Es decir que en documentos latinos se hablará de los Benigómez, por ejemplo, y este hecho de tener que usar los cristianos un término árabe para mencionar un linaje propio parece querer indicar, por tanto, que en un principio no era usual tal concepto en el mundo cristiano peninsular y que fue incorporándose a él a ejemplo de los musulmanes.

Pero en la segunda mitad del siglo XII vemos ya claramente, sobre todo en las Crónicas, cómo se empiezan a utilizar términos para designar linajes concretos utilizando para ello su lugar de origen o de señorío. Subrayo aquí que no se trata de un apellido, pues rara vez los miembros de cada linaje firman o se auto denominan con tal término distintivo. Se trata, como ya he indicado, de una clave utilizada por la sociedad para poder distinguir entre sí a los que ya actúan como linajes: los de Lara, los de Castro, los de Guzmán, los de Traba, etc.

Desde el punto de vista genealógico éste es el linaje por antonomasia, es decir, el correspondiente a la ascendencia agnaticia.

Líneas, ramas, casas


Los genealogistas, al desarrollar en sus obras la historia de los linajes, han utilizado, en su mayor parte, el término de línea para diferenciar, de algún modo, las distintas ramas familiares. Podemos por tanto definir la LÍNEA como el conjunto de personas que, dentro de cada linaje, provienen de uno de sus miembros, formando una descendencia diferenciada.

Igualmente, la mayor parte de los genealogistas emplean en un escalón inferior la expresión RAMA para referirse, dentro de cada línea, a la descendencia de cada uno de sus miembros que forma una descendencia diferenciada. Es decir que cada linaje estaría formado por distintas líneas, formadas a su vez por distintas ramas. Sin embargo, esta terminología no es universal, ya que existen otros muchos genealogistas que emplean estos mismos términos en sentido distinto.

Sobre la utilización del término CASA la confusión es mucho mayor. La mayoría de los autores modernos, sin embargo, lo aplican al linaje que está regido, de algún modo, por una norma jurídica propia. En España podríamos llamar por tanto casa, no a cualquier familia de la nobleza, sino a aquellas que están condicionadas por la existencia de un mayorazgo. Es indudable que los creadores de este concepto lo hicieron pensando en la Casa de Austria, ya que era una dinastía que, al contrario que todas las restantes, no se hallaba circunscrita a un territorio concreto, sino que reinaba sobre muchos reinos y, especialmente sobre dos de los más importantes pilares de la política europea: el Imperio y España.

De esta observación podemos sacar unas características que nos ayuden a definir, por tanto, la CASA como:

1. Un conjunto de personas, pertenecientes al mismo linaje. En el ejemplo esgrimido, los Austrias, hoy llamados Habsburgo por muchos historiadores, aunque nunca se llamaron así.

2. Que ostentan unos títulos y honores por formar parte de ella, en este caso el título archiducal, aunque los españoles anteponían a éste su título de Infantes.

3. Que se encuentran sometidos a una jefatura familiar, con unas normas precisas a su sucesión. En el caso presente las jefaturas eran dos, pero reconociéndose ambas como pertenecientes a la misma familia y sus derechos a la recíproca sucesión.

4. Cuya sucesión lleva vinculado un conjunto de bienes patrimoniales, en este caso la soberanía de unos territorios, es decir, la herencia de Carlos V.

Podemos, por tanto, siguiendo con este ejemplo, hablar de la Casa Real de España, es decir, el conjunto de personas pertenecientes a la misma familia (Borbón de España); con una titulación específica por pertenecer a ella (Infantes de España); bajo la jefatura de un pariente mayor (El Rey); con unas normas específicas de sucesión; y cuya jefatura lleva anejo un patrimonio territorial o moral (la Corona de España). En ese sentido podemos hablar de la Casa imperial de Brasil, aunque ya no esté en el trono; de la Casa ducal de Medinaceli; de la Casa marquesal de Santa Cruz, etc. etc.

Pero, si bien esta descripción de CASA corresponde al plano teórico en el que venimos moviéndonos, basado en sus orígenes históricos, los autores han hecho una utilización posterior del término que ha venido a adulterar su significado. En efecto, porque, si se llamaba Casa de Austria a la dinastía reinante ¿cómo no se iba a llamar también Casa a la de Trastámara, que no lo era, o a la de Borbón, que tampoco lo era en el mismo sentido anteriormente definido.

Vemos, igualmente, cómo -con posterioridad- los genealogistas españoles emplean con profusión este término de Casa (Casa de Lara, Casa de Silva, Casa de Aguayo) para definir a distintos linajes que no cumplen, sin embargo, las características que hicieron nacer el concepto.

Hoy ya es imposible la vuelta a atrás, pero creo que los estudiosos de estos temas tenemos que esforzamos en diferenciar ambos conceptos, utilizando el término CASA para referimos a la Casa ducal de Alba o a la real de Inglaterra, por ejemplo, y reservar el de LINAJE para denominar al conjunto de personas pertenecientes a cada una de las familias que las han poseído, es decir, los Álvarez de Toledo o los Plantagenet.


El linaje agnaticio


Ciertamente, como ya hemos dicho con anterioridad, el término de LINAJE, en un sentido estricto, suele utilizarse para denominar al LINAJE AGNATICIO, al que las Partidas llaman linaje derecho, y que también es denominado linaje recto, directo o de varonía. Pero cabe también hablar de linaje agnaticio puro o de agnación rigurosa, es decir, el que está formado siempre por varones, para diferenciado del linaje agnaticio fingido, llamado también media agnación, que es aquél en el que la última hembra impone a su descendencia el uso de sus armas y apellido, haciéndole abandonar los de su varonía. Los ejemplos son muy abundantes, entre los grandes linajes de nuestro país. Así, el linaje de los Duques de Medinaceli es Fernández de Córdova (agnación fingida), pero, en realidad, Figueroa (agnación rigurosa); los Duques de Veragua son Colón (agnación fingida), pero, en realidad, Carvajal -o más bien Ulloa- (agnación rigurosa); los Marqueses de Santa Cruz son Silva (agnación fingida), pero, en realidad, Meneses (agnación rigurosa); etc. etc.

Los linajes agnaticios históricos tienen una gran propensión a extinguirse por distintas razones, que pueden tener que ver con el agotamiento biológico, los mayores riesgos que han sufrido tradicionalmente los varones, etc. De hecho, si examinamos las principales familias que están hoy en posesión de la Grandeza de España, tenemos que constatar que sólo un mínimo porcentaje de ellas remonta su ascendencia en línea de varón más allá del siglo XIV y, muy pocas, en posición nobiliaria similar a la que ahora ostentan, es decir, gozando de la antigua rico-hombría de sangre.

En resumen que, si eliminamos las de origen foráneo (Borbón o Fitz James Stuart) nos encontramos con que sólo ocho familias -poseedoras hoy de la Grandeza de España- descienden por línea de varón de linajes de la primera nobleza trastamarista: Osorio; Téllez Girón -ya extinguida en los varones-; Álvarez de Toledo; Pérez de Guzmán; y las tres distintas que utilizan el apellido Fernández de Córdova, aunque con distinta varonía: la propiamente Córdova, que desciende de los primitivos señores de Aguilar de la Frontera; la que adoptó este apellido en el siglo XVI, abandonando el suyo propio -no menos ilustre- de Figueroa; y la que proviene por línea agnaticia de los antiguos Moscoso, señores de Altamira, que está representada a su vez por dos líneas: la que luce también por enlace el apellido Fernández de Córdova y el título condal de la Puebla del Maestre, y la que ostenta el apellido Ramírez de Haro, con el título condal de Bornos. Tendríamos que añadir también a los Silva, duques de Lécera, cuyos antepasados, por la misma época, eran ya ricos-hombres de Portugal.

En cuanto a las familias reales europeas, nadie disputa la primacía, en este sentido, a nuestro monarca cuya genealogía se remonta por línea agnaticia pura y legítima al siglo IX.

Los linajes agnaticios puros en España no se remontan más allá del siglo IX, pudiendo llegar, a través de hembras, a otros linajes algo más antiguos. Las genealogías españolas, en efecto, no pueden ascender más allá del Duque Pedro de Cantabria, padre de Alfonso I el Católico, rey de Asturias. La Crónica Rotense, escrita en el siglo X, le atribuye ser descendiente de los reyes visigodos Leovigildo y Recaredo lo que, de ser cierto, le remontaría al siglo VI. Las francesas alcanzan a los antepasados de Carlomagno, los carolingios, de los que se sospecha, pero sin prueba fehaciente, que tuvieran alguna descendencia de princesas merovingias lo que les remontaría, a su vez, al siglo V.

No existen, por tanto, enlaces genealógicos comprobados con las dinastías de la antigüedad. Sin embargo, un moderno investigador francés, Christian SETTIPANI, ha estudiado con una enorme seriedad y erudición estas posibilidades, de las que hay múltiples indicios a través de las dinastías imperiales bizantinas, las armenias, las georgianas y las persas, saltando a través de ellas a las dinastías helenísticas, los Seléucidas de Siria, los Tolomeos de Egipto, y desde ellas a los reyes macedonios y a los Aqueménidas de Persia.

El linaje matrilineal


La descendencia matrilineal o cognaticia pura, de hembra en hembra -también llamada linaje uterino- ha sido poco ensayada por los genealogistas de nuestra patria y tiene como principales atractivos, por un lado, que constituye la genealogía que nunca se puede poner en duda -mater certa, pater non semper- y, por el otro, las insospechadas variaciones que se van produciendo a través de los siglos, pues hace cambiar el linaje agnaticio en cada generación.

El árbol de costados


Junto a la investigación del linaje por una determinada línea -preferentemente la agnaticia- son también muy comunes las investigaciones que intentan desentrañar la ascendencia próxima total de un determinado personaje. A este tipo de estudio se le llama árbol de costados.

Los investigadores alemanes se han dedicado con profusión a llevar a cabo el árbol de costados de sus más célebres personajes, sea cual sea su actividad. Es famosa, a este respecto, una obra en dos volúmenes, de Heinrich von BANNIZA y Richard MÜLLER, titulada Deustche Geschichte in Ahnentafeln (1939-1942), así como las Ahnentafeln berühmter deustcher, es decir, las tablas ascendentes de alemanes célebres. En las dos se publican los árboles de costados de numerosos personajes alemanes, incluidos, naturalmente, muchos miembros de sus antiguas dinastías, pero también los de hombres de Estado como Bismarck, Metternich, Hitler, Goering, escritores como Goethe, Schiller, Novalis, Hölderlin, Rilke y Kant, músicos como Wagner y Strauss, o inventores como Siemens, Zeppelín, etc.

Igualmente en Francia, donde la genealogía tradicional no se ocupaba más que del estudio de líneas agnaticias, se vienen realizando, en los últimos años, estudios lo más completos posibles, sobre la ascendencia de las personalidades de la vida política, de la cultura, del deporte, etc., donde se combinan elementos biográficos y elementos diversos sacados del estudio de los cuarteles del personaje. Con apoyo informático se analizan los datos disponibles y se establecen cuadros y gráficos que muestran, ya sea en estudios de ocho cuarteles, ya sea en estudios más amplios de 512 cuarteles del personaje, la movilidad social o profesional, la tasa de fecundidad, la edad promedio del matrimonio, la tasa de mortalidad, así como el grado de endogamia detectado en el estudio de cuarteles a través del método del implexe.

En esta dirección se sitúan numerosos estudios publicados en la revista mensual Généalogie-Magazine, que ha dedicado al comienzo un espacio Álbum de famille, y desde el número 58, otro espacio llamado Ascendance donde se presenta hasta la 5ª generación la ascendencia de una personalidad. Ya han sido estudiadas las ascendencias de personalidades de la música, como Bach; de la pintura, como Toulouse-Lautrec; de la literatura, como Margarita Yourcenar, Daudet, Victor Hugo, Lamartine, Mauriac o Tolstoi; y de la política, como De Gaulle, Garibaldi, o Kennedy; etc.

Un ejemplo muy significativo lo podemos encontrar en varias obras publicadas, respectivamente, en 1981, 1989 y 1991, que se dedican al estudio de los antepasados de Luis XIV; de Luis XV y de Enrique IV. En relación con esta última obra, podemos observar cómo después de estudiar el personaje, su posteridad legítima e ilegítima y su parentesco con sus dos esposas, analiza en detalle los 512 cuarteles del Rey. En base al método del Implexe (tasa de recurrencia de un mismo antepasado en la progresión geométrica en que se sitúan sus antepasados dentro del árbol de costados) concluye que 206 personajes se encuentran repetidos en los cuarteles de Enrique IV; es decir, un 43,15%, casi un cuartel sobre dos.

De esta manera logra analizar el origen de la sangre de Enrique IV que entre sus 512 cuarteles sólo tiene 19 desconocidos, probablemente pertenecientes a pequeños señoríos de Lorena y de Anjou, lo que lo lleva a afirmar que todos sus antepasados, sin excepción, son de extracción nobiliaria.

El parentesco universal


No hace falta saber nada de genealogía, para ser consciente de que nuestros antepasados aumentan en progresión geométrica. Es decir, que el número de ascendientes se multiplica por dos en cada generación anterior: dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, etc. Así, una persona de hoy puede tener en la 15ª generación de sus antepasados, que es la que corresponde a la primera mitad del siglo XVI, un total de 32.768 antepasados, y en la 32ª, la correspondiente al siglo IX -coetánea del emperador Carlomagno- los antepasados alcanzarán la cifra astronómica de 4.294.967.296.

Naturalmente, la imposibilidad de que en dicha época existiera en el mundo una cifra total de habitantes como la que, de los antepasados, nos da la aritmética, nos revela uno de los principios de toda genealogía ascendente, que es el de que, a lo largo de las generaciones, los antepasados comienzan a repetirse. Y este proceso es mucho más corriente en las familias de las clases superiores que en las inferiores, o en las de las regiones aisladas o mal comunicadas (islas o valles) donde abundan los matrimonios endogámicos, es decir los contraídos entre parientes, que en las ciudades o en las sociedades más abiertas. Algunos estudios realizados a este respecto han comprobado que en poblaciones mal comunicadas de trescientos a quinientos habitantes, después de seis generaciones, todos los habitantes son parientes dentro del tercer grado de consanguinidad.

En Japón, por ejemplo, se llevan celebrando durante siglos matrimonios entre primos hermanos y en el sur de la India, más de la tercera parte de los matrimonios entre los sudras de Andhra Pradesh se efectúa entre primos hermanos. En el grupo de los hadanitas de Israel la tasa de matrimonio entre primos hermanos es del 56%. No hacemos hincapié en el mismo aspecto dentro de las familias reales, porque es evidente, sin que tengamos que recordar -porque no es significativo- el matrimonio entre hermanos propio de los faraones egipcios y de los Incas del Perú. Con todo, son muchos más los parientes que contraen matrimonio ignorando su parentesco, ya que en nuestras actuales sociedades, salvo que el apellido de los cónyuges sea el mismo -y no muy común- el parentesco se ignora por encima del quinto grado civil.

Esta realidad justifica el que DURYE nos cuente que en Francia existen buscadores profesionales de herederos. Cuando una persona de fortuna elevada muere sin testamento y sin herederos cercanos, existen profesionales que se dedican, mediante el uso de sus archivos de contenido genealógico, a buscar al pariente más próximo, que ignora estas circunstancias y negocian con él la información a cambio de un porcentaje importante de la herencia. Vemos pues, otra utilidad más, ésta bien prosaica, de la genealogía.

Naturalmente la genealogía no se ha propuesto en ningún caso establecer la ascendencia total de nadie, por razones de imposibilidad material, ya que no existen datos genealógicos que lo hagan posible. Pero si esto fuera factible podríamos comprobar que todos los seres humanos estamos emparentados, al menos, en un grado de primos quincuagésimos -según cálculo del científico Guy MURCHIE- es decir, que los árboles genealógicos de todos los hombres, cualesquiera sean sus razas y su origen geográfico, deben unirse por alguna rama antes de las cincuenta generaciones de antepasados, pues lo único que hace falta para que esto ocurra es una sola persona. Un solo contacto genético indirecto entre África y Asia en mil años puede hacer parientes a africanos y chinos y, para que esto ocurra, no hace falta que ningún africano haya viajado nunca a China, sino que pueblos intermedios, de carácter nómada, sirvan de intermediarios.

FORST DE BATTAGLIA, el gran estudioso de la genealogía científica, afirmaba en 1949 con respecto a Carlomagno, que el profesor BRANDENBURG, que consagró una obra a su descendencia, muy incompleta e hipercrítica, calculó el número de ésta, en tiempos del Emperador Barbarroja, en 984 personas. Forst decía que estos descendientes se habrían convertido el año 1500 en unos 200.000 y en la actualidad llegarían a 20 millones, sugiriendo que en cien años más todos los europeos tendrían la sangre de Carlomagno. Concluía con el ejemplo de que en Suiza, cualquier burgués con antepasados conocidos hasta los 256 ó 512 cuarteles, tiene forzosamente entre ellos algún descendiente de Carlomagno.

Clases y grados del parentesco


Según nuestro diccionario, parentesco es el género de relación permanente que existe entre dos o más personas en virtud de la sangre o del origen o de un acto reconocido por la ley.

Este parentesco puede ser, por tanto, natural, cuando se funda en vínculos de sangre, o legal, cuando su razón de ser es consecuencia de un acto establecido por la ley.

El parentesco natural o biológico es llamado parentesco de consanguinidad, y puede ser además de varias clases:

- Parentesco de agnación: cuando el vínculo que existe entre dos parientes descendientes del mismo tronco, viene exclusivamente por línea de varón.

- Parentesco de cognación: cuando ese vínculo viene por línea de mujer.

- Parentesco legítimo: el que se origina entre consanguíneos mediante vínculos matrimoniales.

- Parentesco ilegítimo: el que se mantiene con los consanguíneos a través de uniones ilícitas.

El parentesco legal lo puede ser de afinidad que es el que se produce entre el cónyuge y sus parientes con el otro cónyuge y los suyos. Es decir, lo que en el lenguaje social es denominado como parentesco político. También entran dentro de este parentesco legal, el parentesco espiritual, que es el que se instituye entre padrino y ahijado, por la administración de los sacramentos de bautismo y confirmación; y el parentesco civil, que se origina por la adopción.

Existe también el parentesco de cuasi afinidad, que es aquel producido por un matrimonio rato, no consumado.

Es interesante hacer aquí hincapié en dos errores muy comunes.

El primero consiste en no diferenciar, entre los hijos extramatrimoniales, a los hijos naturales y a los bastardos. Los primeros son los hijos de aquellas personas que en el momento de su concepción, aunque no estaban casadas entre sí, eran libres para hacerla, es decir, eran solteros. Estos hijos -los naturales- podían ser reconocidos y legitimados por sus padres y llevar sus apellidos. Los segundos -los hijos bastardos o ilegítimos- eran aquellos cuyos padres, en el momento de su concepción, no eran libres para contraer matrimonio entre sí, ya sea por estar casados con otras personas -los hijos adulterinos-, ya sea por haber recibido las órdenes sagradas -los hijos sacrílegos- o por ser parientes en grado prohibido -los hijos incestuosos.

El segundo error, que tanto se advierte actualmente, consiste en denominar como hermanastros a los que son en realidad medio hermanos, es decir a aquellos hermanos que sólo tienen en común a uno de sus progenitores. Los hermanastros son, sin embargo, los hijos de uno de los cónyuges respecto a los hijos del otro, es decir, que no tienen ningún parentesco de consanguinidad sino de afinidad. O dicho de otro modo: los hermanastros pueden contraer matrimonio entre sí.

Llamamos línea recta a la serie de personas que proceden de un mismo tronco, unas de otras (bisabuelo, abuelo, padre, hijo, nieto, etc.); o colateral u oblicua, si, aunque vienen del mismo tronco, no descienden unas de otras, es decir, la línea que forma un individuo con su hermano o su tío y sus descendientes.

Llamamos GRADO a la distancia que existe entre dos parientes en su árbol genealógico común. Este cómputo de los grados puede ser civil o canónico. En el derecho civil español el grado de parentesco se computa contando el número de individuos que separan a una persona de otra, pero sin contar a aquella de la que se parte. Es decir:

1.° de consanguinidad: el resultante entre padres e hijos.

2.° de consanguinidad: el existente entre abuelo y nieto.

3.° de consanguinidad: el que hay entre bisabuelo y bisnieto.

4.° de consanguinidad: el que se da entre tatarabuelo y tataranieto, etc. etc.

Igualmente de manera colateral:

2.° de consanguinidad: el existente entre hermanos.

3.° de consanguinidad: el que hay entre tíos y sobrinos carnales.

4.° de consanguinidad: el que se da entre primos hermanos y con los hermanos de los abuelos.

5.° de consanguinidad el existente entre una persona con los hermanos de sus bisabuelos; los hijos de sus tíos abuelos y los hijos de sus primos carnales.

Dentro de la investigación histórica, es muy importante conocer los GRADOS CANÓNICOS de parentesco colateral, pues éstos son los continuamente citados en la documentación parroquial, especialmente en las dispensas matrimoniales de consanguinidad.

Se computan subiendo hasta el tronco común y sin contar la generación de la que se parte pero, al contrario que en el cómputo civil, sin seguir la cuenta por la línea descendente. Es decir:

1.° de consanguinidad: el resultante entre padres e hijos y entre hermanos.

2.° de consanguinidad: el existente entre primos hermanos.

3.° de consanguinidad: el que hay entre primos, nietos de hermanos.

4.° de consanguinidad: el que se da entre primos, bisnietos de hermanos.

Cuando los parientes están en distinta generación los parentescos se definen con las respectivas distancias al trono común. Es decir:

1.° con 2.°, entre tío y sobrino carnal.

2.° con 3.°, entre tío y nieto de su hermano, etc. etc.

Cuando, especialmente en los expedientes de dispensa matrimonial, se comprueba la existencia de varios vínculos de consanguinidad, también se puede decir: segundo grado de consanguinidad por un lado y tercero por otro. O bien: segundo grado de consanguinidad por un lado; tercero doble por otro; y segundo con tercero por otro.

Aunque en el lenguaje común podamos decir que nuestros reyes son primos terceros, pues son hijos de dos primos segundos (Pablo de Grecia y don Juan) y nietos de dos primeros hermanos (Sofía y Victoria Eugenia), su parentesco civil es el de 8.° grado, que se cuenta partiendo de don Juan (1), doña Victoria Eugenia (2), Beatriz (3), reina Victoria (4), princesa Victoria (5), princesa Sofía (6), Rey Pablo (7) y reina Sofía (8).

Es decir, nuestros reyes están unidos por un parentesco de consanguinidad de 8° grado civil.

El cómputo canónico resulta de contar las generaciones que separan a los contrayentes de su antepasado común más próximo. En el ejemplo indicado, la ascendencia de los reyes se une en la cuarta generación (la reina Victoria de Inglaterra) por la ascendencia del conde de Barcelona y la del rey Pablo; mientras que por la de la reina Federica, las generaciones son cinco.

Desde el punto de vista canónico, por tanto, los reyes están unidos en un 4.° grado de consanguinidad, por el lado del rey Pablo, y en un 4.° con 5.°, por el lado de la reina Federica.

Nomenclatura familiar


A continuación se relacionan los términos más comunes empleados en las relaciones familiares y de parentesco.

Abuelo, la (del lat. vulg. aviolus). Respecto de una persona, padre o madre de su padre o de su madre.

Bastardo. Hijo bastardo (hijo nacido de una unión no matrimonial. Hijo de padres que no podían contraer matrimonio al tiempo de la concepción ni al del nacimiento. Hijo ilegítimo de padre conocido).

Bisabuelo, la (de bis- y abuelo). Respecto de una persona, el padre o la madre de su abuelo o de su abuela.

Bisnieto, ta (de bis- y nieto). Respecto de una persona, hijo o hija de su nieto o de su nieta.

Chozno, na (de origen incierto). Nieto en cuarta generación, hijo del tataranieto.

Concuñado, da (de con- y cuñado). Cónyuge de una persona respecto del cónyuge de otra persona hermana de aquella. Hermano o hermana de una de dos personas unidas en matrimonio respecto de las hermanas o hermanos de la otra.

Consanguíneo, a (del lat. consanguineus). Dicho de una persona: Que tiene parentesco de consanguinidad con otra. Dicho de hermanos: Que no lo son de doble vínculo, sino de padre solamente.

Consorte (del lat. consors, -ortis, participante). Marido respecto de la mujer, y mujer respecto del marido.

Consuegro, gra (del lat. consocer, -eri). Padre o madre de una de dos personas unidas en matrimonio, respecto del padre o madre de la otra.

Cónyuge (del lat. coniux, -ugis). Consorte (marido y mujer respectivamente).

Cuñado, da (del lat. cognatus). Hermano del cónyuge. Cónyuge del hermano. Concuñado (cónyuge de alguien respecto del cónyuge de otra persona hermana de aquel). Pariente por afinidad, en cualquier grado.

Deudo, da (del lat. debitus, debido). Pariente (ascendiente, descendiente o colateral de su familia).

Esposo, sa (del lat. sponsus). Persona casada. Persona que ha celebrado esponsales.

Espurio, ria (del lat. spurius). Bastardo.

Expósito, ta (del lat. expositus, expuesto). Dicho de un recién nacido: Abandonado o expuesto, o confiado a un establecimiento benéfico.

Expuesto, ta. Expósito.

Familia (del lat. familia). Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje. Hijos o descendencia.

Familiar (del lat. familiaris). Deudo o pariente de una persona, y especialmente el que forma parte de su familia.

Filiación (del lat. filiatio, -onis). Procedencia de los hijos respecto a los padres.

Hermanastro, tra (del despect. de hermano). Hijo de uno de los dos consortes con respecto al hijo del otro. Medio hermano.

Hermano, na (del lat. [frater] germanus, hermano carnal). Persona que con respecto a otra tiene el mismo padre y la misma madre, o solamente el mismo padre o la misma madre. Tratamiento que mutuamente se dan los cuñados.

Hermano bastardo, da. Hermano nacido fuera de matrimonio, respecto de los hijos legítimos del mismo padre.

Hermano carnal. Persona que respecto de otra tiene el mismo padre y la misma madre.

Hermano consanguíneo, a. Hermano de padre.

Hermano de leche. Hijo de una nodriza respecto del ajeno que esta crió, y viceversa.

Hermano de madre. Persona que respecto de otra tiene la misma madre, pero no el mismo padre.

Hermano de padre. Persona que respecto de otra tiene el mismo padre, pero no la misma madre.

Hermano uterino, na. Hermano de madre.

Hijastro, tra (del lat. filiaster, filiastra). Hijo o hija de uno solo de los cónyuges, respecto del otro.

Hijo, ja (del lat. filius). Persona respecto de su padre o de su madre.

Hijo adoptivo, va. Hijo que resulta de una adopción.

Hijo bastardo, da. Hijo nacido de una unión no matrimonial. Hijo de padres que no podían contraer matrimonio al tiempo de la concepción ni al del nacimiento. Hijo ilegítimo de padre conocido.

Hijo de bendición. Hijo de legítimo matrimonio.

Hijo de la cuna. Expósito.

Hijo de leche. Persona respecto de su nodriza.

Hijo espurio, ria. Hijo bastardo. Hijo ilegítimo de padre desconocido.

Hijo habido, da, en buena guerra. Hijo habido fuera del matrimonio.

Hijo ilegítimo, ma. Hijo de padre y madre no unidos entre sí por matrimonio.

Hijo incestuoso, sa. Hijo habido por incesto.

Hijo legitimado, da. Hijo natural que se equipara en todo al legítimo por subsiguiente matrimonio de los padres o parcialmente por concesión real.

Hijo legítimo, ma. Hijo nacido de legítimo matrimonio.

Hijo mancillado, da. Hijo espurio (hijo bastardo. Hijo ilegítimo de padre desconocido).

Hijo natural. Hijo habido de mujer soltera y padre libre, que podían casarse al tiempo de tenerlo. Corrientemente se toma por hijo ilegítimo.

Hijo reconocido, da. Hijo natural a quien padre o madre, o ambos a la vez, reconocen en forma legal.

Hijo sacrílego, ga. Hijo procreado con quebrantamiento del voto de castidad.

Madrastra (del despect. de madre). Mujer del padre respecto de los hijos llevados por este al matrimonio.

Madre (del lat. mater, -tris). Hembra que ha parido. Hembra respecto de su hijo o hijos.

Madre de leche. Ama (mujer que cría una criatura ajena).

Madre política. Suegra (madre del marido respecto de la mujer, o de la mujer respecto del marido).

Madrina (del lat. matrina, de mater, -tris, madre). Mujer que tiene, presenta o asiste a otra persona al recibir esta el sacramento del bautismo, de la confirmación, del matrimonio, o del orden, o al profesar, si se trata de una religiosa.

Marido (del lat. maritus). Hombre casado, con respecto a su mujer.

Matrimonio (del lat. matrimonium). Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia.

Matrimonio civil. El que se contrae según la ley civil, sin intervención del párroco.

Matrimonio clandestino. El que se celebraba sin la presencia del propio párroco y sin testigos.

Matrimonio de conciencia. El que por motivos graves se celebra y tiene en secreto con autorización del ordinario.

Matrimonio de la mano izquierda. (Porque en la ceremonia nupcial el esposo daba a la esposa la mano izquierda). El contraído entre un príncipe y una mujer de linaje inferior, o viceversa, en el cual cada cónyuge conservaba su condición anterior.

Matrimonio in artículo mortis, o Matrimonio in extremis. El que se efectúa cuando uno de los contrayentes está en peligro de muerte o próximo a ella.

Matrimonio morganático. Matrimonio de la mano izquierda.

Matrimonio por sorpresa. El que se celebraba expresando su consentimiento los contrayentes ante testigos aptos y un sacerdote con jurisdicción, pero no requerido para ello. Siguió siendo válido, aunque nunca lícito, hasta principios del siglo XX.

Matrimonio rato. El celebrado legítima y solemnemente que no ha llegado aún a consumarse.

Medio, dia hermano, na. Persona, con respecto a otra, que solo tiene en común con ella uno de los padres.

Mujer (del lat. mulier, -eris). Mujer casada, con relación al marido.

Nieto, ta. (de nieta, este del lat. vulg. nepta, y este del lat. neptis). Respecto de una persona, hijo de su hijo. Descendiente de una línea en las terceras, cuartas y demás generaciones.

Nuera (del lat. nurus, con cruce de suegra en las vocales). Respecto de una persona, mujer de su hijo.

Padrastro (del lat. vulg. patraster, -tri; despect. de pater, padre). Marido de la madre, respecto de los hijos habidos antes por ella.

Padre (del lat. pater, -tris). Varón o macho que ha engendrado. Varón o macho, respecto de sus hijos.

Padre de pila. Padrino en el bautismo.

Padre político. Suegro (padre del marido respecto de la mujer, o de la mujer respecto del marido).

Padrino (del lat. patrinus, de pater, patris). Hombre que tiene, presenta o asiste a otra persona que recibe el sacramento del bautismo, de la confirmación, del matrimonio o del orden si es varón, o que profesa, si se trata de una religiosa.

Parentesco. Vínculo por consanguinidad, afinidad, adopción, matrimonio u otra relación estable de afectividad análoga a esta.

Pariente, ta (del lat. parens, -entis, madre o padre y en época tardía, pariente). Respecto de una persona, se dice de cada uno de los ascendientes, descendientes y colaterales de su misma familia, ya sea por consanguinidad o afinidad.

Política. Denota parentesco por afinidad. Padre político (suegro) Hermano político (cuñado) Hijo político (yerno) Hija política (nuera).

Primo, ma (del lat. primus). Respecto de una persona, hijo o hija de su tío o tía.

Primo cormano, na. Primo hermano.

Primo hermano, na. Respecto de una persona, hijo o hija de tíos carnales.

Primo segundo, da. Respecto de una persona, hijo o hija de tíos segundos.

Putativo, va (del lat. putativus). Reputado o tenido por padre, hermano, etc., no siéndolo.

Rebisnieto, ta. Tataranieto.

Sobrino, na (del lat. sobrinus). Respecto de una persona, hijo o hija de su hermano o hermana. Respecto de una persona, hijo o hija de su primo o prima. Sobrino carnal.

Sobrino carnal. Sobrino. Hijo o hija del hermano o hermana.

Sobrino segundo, da; sobrino tercero, ra, etc. Respecto de una persona, hijo o hija de su primo o prima según el grado de parentesco.

Suegra (del lat. socer, -eri). Madre del marido respecto de la mujer; o de la mujer respecto del marido.

Suegro (Del lat. socer, -eri). Padre del marido respecto de la mujer; o de la mujer respecto del marido.

Tatarabuelo, la (forma analógica de tataranieto). Tercer abuelo.

Tataranieto, ta. (de tras y el ant. trasnieto). Tercer nieto, el cual tiene el cuarto grado de consanguinidad en la línea recta descendente. Rebisniento.

Tío. (del lat. thius). Hermano o hermana del padre o de la madre. Tío carnal. Respecto de una persona, hermano o hermana de su padre o madre. Respecto de una persona, primo o prima de su padre o madre.

Tío abuelo, la (del lat. vulg. aviolus). Respecto de una persona, padre o madre de su padre o de su madre.

Tío segundo, da; tío tercero, ra, etc. Respecto de una persona, primo o prima de su padre o madre, según el grado de parentesco.

Yerno (del lat. gener, generi). Respecto de una persona, marido de su hija.

Bibliografía empleada

- Salazar y Acha, Jaime de, Manual de Genealogía Española, Madrid, 2006.

 
     
Quienes somos
Heraldaria, Tfno. 679967307. Correo electrónico: heraldaria@gmail.com
 
Política de Privacidad
Heraldaria © 2024