El fundador: fue el Hermano Hilarión,
muy recientemente, el 11 de febrero de 1.953 en Guadix (Granada),
y su fin específico y exclusivo son las actividades apostólicas
en los camposantos o cementerios en cumplimento de las llamadas séptima
y decimocuarta obras de Misericordia. La Curia Generalicia a la que
están sometidos es la correspondiente a la Comunidad de Jerez
de la Frontera. Las casas de esta Congregación se hallan en
diferentes lugares que son los siguientes y que lógicamente
se enclavan en cementerios: Felanitx, (Baleares), Cementerio de San
José; Guadix, (Granada), Cementerio de San José, Jerez
de la Frontera, (Cádiz), Cementerio de Nuestra Sra. de la Merced;
Logroño, (La Rioja), Cementerio de Nuestra Señora del
Carmen. La Congregación fue fundada en la fecha ya consignada,
siendo obispo de la Diócesis el Exmo. y Rvdmo. don Rafael Alvarez
Lara. Su nombre de Fossores, (fosa o tumba), les viene por entenderse
herederos de los que llevaban este nombre en la perseguida Iglesia
de las Catacumbas, y añaden "de la Misericordia",
por su obligación impuesta por su voluntad a la devoción
y dedicación a la vivencia y práctica de las Obras de
Misericordia anteriormente citadas. Ya se sabe lo que fue la denominada
Iglesia de las Catacumbas: sometidos a una continua e implacable persecución
por parte de los emperadores romanos, los cristianos buscaron refugio
subterráneo en las canteras y los arenarios de las afueras
de Roma, a fin de practicar allí libremente sus cultos y enterrar
dignamente a sus muertos. Fueron lugares de reunión, sobre
todo durante el reinado del emperador Valeriano.
Las catacumbas que los primitivos cristianos excavaron en el subsuelo
romano, para la práctica de su culto y sepultura de sus muertos,
(collegium funeraticium), se hicieron a lo largo de las distintas
vías que conducían a Roma, así como en otras
ciudades, respetando la ley romana que prohibía la inhumación
en el interior de las poblaciones. Las catacumbas, verdadero laberinto
a fin de hacer posible la huida ante las persecuciones, se componen
de estrechas y tortuosas galerías de muchos kilómetros
longitud y trazado irregular, con varios niveles, unos sobre otros
que en algunas cuentan hasta con cinco plantas que se hunden, más
y más, en las profundidades y que, en ocasiones, se entrecruzan
y ensanchan para formar lugares de reunión o cámaras
de enterramiento. Las tumbas se disponen en una o tres hileras de
nichos, (loculi), en las paredes de las galerías. Las más
importantes estaban bajo los arcosolios. Su decoración pictórica,
de la cual reproducimos aquí algunos de los símbolos
más significativos, constituye un elemento de suma importancia
para el estudio iconográfico de los primeros siglos del cristianismo.
Las catacumbas de mayor importancia son las de; Vaticano, Villa Pamfili,
Villa Portuensis, Santa Inés, San Calixto, Santa Priscila y
San Sebastián. El sistemático y cuidadoso estudio arqueológico
de las catacumbas fue iniciado, en el siglo XVII, por Antonio Bossio,
(Roma subterránea), continuándolo G. B. de Rossi en
el siglo XIX, y descubrieron que el cuidado de los enterramientos
precisaba de alguien encargado de hacerlo y de ahí la institución,
creada entonces, de los denominados "fossores".
Los actuales constituyen una institución religiosa de vida
contemplativa-activa. Espiritualmente, se alimentan mediante la Eucaristía,
Liturgia de las Horas, Santo Rosario, oración mental y vida
estrictamente comunitaria. Al dedicar sus trabajos a la atención
y cuidado de los cementerios y de los enterramientos, materialmente
viven de esta labor, mediante contratos laborales con los Ayuntamientos
donde prestan sus servicios. En nombre de la Iglesia su labor consiste
en: -Acogida al Difunto y acompañantes en la entrada del Camposanto.
-Procesión al lugar del enterramiento.
-Bendición del Sepulcro. Oración de los fieles y despedida
del duelo. -Custodia, apertura y cierre. -Limpieza, Administración
y todas las demás tareas que conllevan la dignificación
del Santo Lugar. En la actualidad, los Hermanos Fossores de la Misericordia
se encuentran trabajando en los Cementerios de Guadix (Casa Madre),
Jerez de la Frontera, Cádiz, Logroño y Felanatix (baleares).
No es exagerado afirmar que existen numerosos lugares de España
donde los Hermanos son solicitados para realizar los trabajos anteriormente
citados- lamentablemente, y hay que reconocerlo, existe una escasez
de vocaciones, por lo que, muy en contra de sus deseos, la Congregación
no puede acceder a cuantas peticiones a este respecto se le hacen.
Y es que hay que tener mucha vocación para elegir este método
de vida. En primer lugar, acendrada fe religiosa, deseos de consagración
a Dios, testimoniar con su labor la esperanza en la Resurrección.
Cierto inconformismo con lo que hoy es la vida social. Afianzar los
valores del espíritu sobre la materia, dignificar los Lugares
Sagrados, normalmente infravalorados y abandonados en muchos casos.
En una palabra, vivir una existencia callada y escondida en Cristo,
creyendo y esperando su Palabra. La dedicación a las tareas
anteriormente citadas no es apta para todo tipo de gentes: Los cementerios
son lugares bastante olvidados a los que no se acude, para orar por
el alma del difunto, con la frecuencia que sería de desear.
Tan sólo una vez al año, el Día de Difuntos,
parece despertarse algo la conciencia dormida de los creyentes. Es
cierto que la mayoría de las gentes capta perfectamente la
labor de los Fossores de la Misericordia, así como las exigencias
a que voluntariamente se someten; la captan, pero las vocaciones escasean.
No todo el mundo está dispuesto a una vida sencilla, pobre,
sacrificada y dedicada a la oración. Los Hermanos Fossores
de la Misericordia, llevan adelante su trabajo con tanta, aparentemente,
insignificancia, que su Congregación, a fuer de humilde, es
prácticamente desconocida por la mayoría de las gentes.
Esta Congregación está abierta a la curiosidad de todos,
no siempre bienintencionada, hacia su forma de vida: quizás,
conociéndola, es posible que aumentaran esas vocaciones que
la impiden llevar adelante, ampliamente, su progresión en España,
tal y como sería su deseo. Los Fossores de la Misericordia
viven de los ingresos que les asignan los distintos Ayuntamientos
que reclaman sus servicios.
Y, por cierto, no son ellos los que aplican ningún tipo de
tarifa: admiten sólo aquello que se les ofrece porque, sobre
cualquier aspecto de orden económico, siempre ponen la vocación
que les lleva a efectuar un trabajo que, seamos sinceros, para muchos
nada tendría que atrayente. Los cementerios, por regla general,
no son lugares de la predilección del ciudadano. Es una labor,
la suya, silenciosa, callada y eficaz. La oración por el alma
del difunto y el cuidado de las sepulturas.
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