Las relaciones entre la Orden de Montesa y la monarquía aragonesa
fueron muy estrechas desde el momento de su fundación. Esta
colaboración de Montesa con la corona tuvo oportunidad de
plasmarse casi inmediatamente a raíz de la conquista de Cerdeña
por Jaime II en 1323-24, campaña en la que participan los
Montesianos con hombres y dinero, y que tuvo como consecuencia el
que todavía cuando el infante don Alfonso se encontraba en
la isla acabando su control militar, el 26 de febrero de 1324 el
rey diese a la Orden un privilegio comercial de exención
de lezda, peaje, portazgo, pesas y medidas, anclaje, pasaje y gabelas,
para ella y para sus vasallos, en todos los puertos de Cerdeña,
Córcega e islas adyacentes.
En los años siguientes puede destacarse el que el largo Maestrazgo
de fra Pere de Tous (1327-1374), coincidente en buena medida con
el reinado de Pedro el Ceremonioso, marcó una clara continuidad
en la colaboración Orden-Corona. Por un lado, tanto Alfonso
IV como Pedro IV, al acceder al trono en 1327 y 1336 respectivamente,
procedieron a ratificar prontamente todos los privilegios que había
obtenido la Orden hasta ese momento, así como los otorgados
en su tiempo a la Orden del Hospital y que, como herederos de sus
bienes, les podían afectar.
Por otro lado el Maestre fra Pere de Tous participó
activamente en los grandes conflictos políticos del reinado
del Ceremonioso, siempre apoyando la figura del monarca. Ello lo
podemos comprobar ya en los primeros momentos de su reinado, envuelto
en los graves conflictos con sus hermanastros los infantes Ferrán
y Juan, hijos de la reina Leonor de Castilla; éstos habían
sido heredados con grandes señoríos en el reino valenciano
a pesar de las protestas de la ciudad de Valencia, y se aliaron
con parte de la nobleza aragonesa encabezada por personajes de la
talla de Jaime de Xérica. Es en ese grave contexto político
del entorno de 1336 cuando podemos comprobar el valor de la ayuda
del Maestre de Montesa, el cual actúa militarmente tanto
frente a los nobles aragoneses.
La participación Montesiana en la guerra de conquista de
Mallorca de 1343 contra Jaime III de Mallorca, también fue
activa y, como consecuencia de las necesidades reales de dinero
para la guerra, se produjo en abril de 1343 la venta a la Orden
de la jurisdicción criminal y mero y mixto imperio de un
grupo de pueblos de su señorío así como algún
otro impuesto real, caso del derecho de la cena.
Poco después estalló el grave conflicto de la Unión,
marcadamente nobiliaria en el caso aragonés pero con un significado
muy distinto en el País Valenciano. Aquí adquirió
unos tintes de conflicto social urbano contra la monarquía
e, incluso, en una etapa final, un marcado carácter social
contra los poderes feudales. No es de extrañar pues que en
razón del tipo de conflicto y de las relaciones personales
del Maestre fra Pere de Tous con el rey Pedro IV aquel y su orden
se convirtieran en un firme pilar del bando realista. Ya desde el
primer momento le documentamos entre los reunidos junto al rey en
Vila-Real el 14 de junio de 1347 para proceder a la constitución
de una Germania que haga frente político a los Unionistas
valencianos, y en las semanas siguientes el Maestre se movilizó
intentando evitar que los pueblos de su señorío se
adhiriesen a la Unión.
También consecuencia de la ayuda de Montesa al rey fue el
que éste cediese a la Orden las multas, indemnizaciones y
castigos en los pueblos de su señorío, además
de la facultad de hacer procesos por todo ello y poder para perdonar
y absolver a quien considerase oportuno el Maestre.
Cuando en 1356 estalla la llamada Guerra de los Dos Pedros en Castilla,
de nuevo la Orden se puso inmediatamente al servicio real con su
fuerza militar y el recurso a las recaudaciones fiscales extraordinarias.
Son diversos los hechos de armas en los que participaron los Montesianos
en la defensa del reino valenciano, en este caso con mucho mayor
impacto en cuanto que entre 1356 y 1365 la guerra se desarrolló
en territorio valenciano.
Por contra el período final del siglo XIV, tiempos
de los reyes Juan I y Martín "el Humano" por un
lado, y del Maestre fra Berenguer March por el otro lado, nos marca
un claro cambio en la situación, en la que estas relaciones
de la Orden con la Corona se deterioraron de forma clara y se dio
paso al casi único período histórico en que
se produjo un evidente enfrentamiento entre ambas instituciones
y personas.
El punto de partida de esta ruptura puede situarse en el año
1382, tras la muerte del Maestre fra Albert de Tous (1374-1382),
hermano del anterior Maestre Pere de Tous y de quien continuó
su política de apoyo a la corona. Pero al plantearse la sucesión
en el cargo en julio de dicho año, se produjo la resistencia
de parte de los miembros de la Orden a aceptar el candidato real,
fra Ramón de Vilanova, perteneciente a un linaje muy ligado
al rey. A pesar de la excepcional presencia personal del monarca
en el capítulo en que se procedió a la votación
electoral en la iglesia del convento de la villa de Montesa, finalmente
salió elegido el opositor al candidato real, fra Berenguer
March, y, aunque la Orden siguió puntualmente colaborando
en las empresas reales de los años siguientes como fue el
caso de la ayuda al rey Juan I a raíz de la nueva rebelión
en la isla de Cerdeña dirigida por Brancaleón Doria
y los Arbórea, lo cierto es que fueron unos años de
claro y evidente conflicto.
En el período entre 1382 y 1410, el Maestre y la Orden de
Montesa se vieron envueltos en estos años en las guerras
de bandos que ensangrentaron la vida pública valenciana y
también el conjunto de la Corona de Aragón.
Este período de conflicto entre la monarquía y la
Orden de Montesa en el paso de los siglos XIV al XV tuvo su colofón
en el proceso de crisis política de la Corona de Aragón
a raíz del pleito sucesorio entre 1410 y 1412 que llevó
al Compromiso de Caspe, a la elección como rey de Fernando
de Antequera y la entronización de los Trastámara
castellanos, y a la breve guerra civil con el sector urgellista
tanto en Cataluña como en el País Valenciano.
El
año anterior, en 1409, se había producido la segunda
crisis en la historia interna de la Orden de Montesa a raíz
de la nueva elección de Maestre tras el fallecimiento de
fra Berenguer March. Y para mayor complejidad, esta vez, a los habituales
conflictos entre grupos nobiliarios por ejercer su influencia en
la elección y a los posibles intereses de la corona en uno
u otro candidato hubo de añadirse la decisiva e interesadísima
intervención del Papa, concretamente del aragonés
Pedro de Luna, Benedicto XIII, embarcado en pleno conflicto del
Cisma de Occidente.
En los meses anteriores a la muerte de fra Berenguer March ya se
movieron las piezas para preparar su sucesión, perfilándose
la figura de fra Nicolau de Próixida por un lado, quién
controlaba el capítulo de la Orden, y la figura de fra Guillem
Ramón de Cervelló quien gracias a la ayuda de su linaje
obtuvo una promesa escrita del rey para ser nombrado nuevo Maestre.
Clarísima división en bandos pues, que reflejaba la
violenta división de la sociedad valenciana y catalana de
esos años, y apoyo de la corona a uno de ellos por sus relaciones
con el linaje de Cervelló. Pero ahí surgió
como novedad la política particular del Papa Luna quien,
utilizando las prerrogativas de su cargo, maniobró para acabar
destituyendo a ambos Maestres autoproclamados y elevar al maestrazgo
a un fiel seguidor de su persona, fra Romeu de Corbera.
El cambio de dinastía en 1412 marcó muy
claramente el inicio de una nueva etapa en la historia de la Corona
de Aragón, en la evolución del poder y actividades
de la monarquía, y también en la figura y comportamientos
de los Maestres de la Orden de Montesa en esas décadas y
sus relaciones con la corona. Si por un lado parece evidente que
la historia de la Corona de Aragón a lo largo del siglo XV
no puede ser entendida sin tener en cuenta su presencia en las tierras
de la península italiana y las islas de Cerdeña y
Sicilia, especialmente durante el reinado de Alfonso "el Magnánimo",
por otro la historia de la Orden de Montesa en este siglo se caracterizó
por el apoyo directo a los monarcas y su papel en las guerras exteriores
de la dinastía, especialmente en los asuntos de Nápoles
y toda Italia.
La monarquía encontró en el mundo del reino de Nápoles
y en la política de toda Italia un espacio de actuación
constante, en el cual invirtió enormes esfuerzos económicos
y sociales de los reinos peninsulares, y entre ellos también
documentamos la presencia de los freiles de la Orden de Montesa
cumpliendo las peticiones de la corona y viviendo los altibajos
de su política ultramarina; participación que se concretó
especialmente en el caso de sus tres sucesivos Maestres: fra Romeu
de Corbera, después fra Gilabert de Montsoriu (1445-1453),
y aún con mayor importancia fra Lluís Despuig (1453-1482).
Fra Romeu de Corbera (1410-1445), de linaje barcelonés e
hijo de los señores de Corbera, tuvo una larga carrera al
servicio de la nueva dinastía Trastámara. Antes de
ser elegido Maestre como hombre de confianza del Papa Luna había
sido comendador montesiano de Vilafamés, pero más
importante es que ya le documentamos al servicio de la corona como
capitán de las galeras del rey Martín "el Humano"
en la guerra de Cerdeña y, de hecho, tuvo que retardarse
unas semanas su juramento como Maestre de Montesa porque no se encontraba
en la península en el momento de publicación de la
bula papal con su nombramiento; a su vez el 9 de noviembre de 1412
el Papa Benedicto XIII lo nombró delegado apostólico
en Sicilia con plenos poderes eclesiásticos para proveer
obispados y todo tipo de cargos regulares y seculares, y al año
siguiente ya fue nombrado por el rey, virrey de Sicilia con poderes
sobre las tropas y la flota.
Con Alfonso "el Magnánimo", aún
aumentó si cabe esta relación directa entre el rey
y el Maestre de Montesa, el cual fue repetidamente capitán
de galeras reales -a él se debe la victoria naval conocida
como de la Foz Pisana, frente a una flota genovesa-, recibiendo
en recompensa por todo ello ingresos de la corona en Sicilia y después
en Nápoles; también destaca su faceta como embajador
del rey ante los poderes políticos italianos, caso de sus
embajadas ante Felipe María Visconti, duque de Milán
en 1421, así como otras en años posteriores.
Muy interesante también es la actuación
política de fra Romeu de Corbera en la política interior
del Reino valenciano, de la cual conviene resaltar el que en 1429
fue nombrado por el rey "Portantveus de Lloctinent General
del Regneu", título que hace referencia al máximo
cargo político y de confianza del rey durante el siglo XV
en la sociedad valenciana; era pues el agente personal y ejecutivo
de la política real en la Valencia de esos años. E
incluso un nuevo ejemplo de esta colaboración con el rey
es el papel que jugó este Maestre de Montesa en la liquidación
final del Cisma de Occidente y el aislamiento del Papa Luna, proceso
en el que no dudó en abandonar a Benedicto XIII y apoyar
en todo la política real.
Con los dos siguientes Maestres de Montesa, Fra Gilabert
de Montsoriu (1445-1453) y fra Bernat Despuig, siguió la
misma profunda colaboración corona-Orden de Montesa. El primero
de ellos era clavero de la Orden desde 1429, y durante los años
en que ocupó este cargo sirvió a Alfonso "el
Magnánimo" en los más diversos temas políticos
y militares italianos. Fue embajador de Alfonso V ante el duque
de Anjou en 1431 para que firmasen treguas en su conflicto armado,
y de nuevo acompañó al Rey cuando éste acudió
a Nápoles al año siguiente. Participó también
en la batalla naval de Ponza en agosto de 1435, donde fue hecho
prisionero por los genoveses, pero al poco tiempo de nuevo aparece
comandando galeras reales en el reino de Nápoles.
En
cuanto al octavo Maestre de Montesa, fra Lluís Despuig (1453-1482),
natural de Xátiva, fue el más relevante en cuanto
a su colaboración larga y constante en los asuntos políticos
de la monarquía Trastámara en la península
italiana, no solo durante el reinado de Alfonso "el Magnánimo"
sino también en los difíciles momentos iniciales del
reinado de Ferrán de Aragón como rey de Nápoles
y durante el reinado de Juan II.
El año 1431, cuando todavía sólo es clavero
de la Orden, ya es citado como embajador del rey Magnánimo
ante la nobleza napolitana, y en los años siguientes sigue
formando parte del entorno fiel de la casa real como capitán
militar, representante diplomático personal del rey y miembro
del Consejo Real hasta la muerte de Alfonso V en 1457; pero este
hecho no marcó tampoco una interrupción en su papel
relevante al servicio real pues siguió cumpliendo funciones
de embajador en tiempos de Juan II y fue muy importante la ayuda
militar de la Orden de Montesa y de su Maestre Despuig en la guerra
de la corona contra la Generalitat de Cataluña (1462-1472).
Así pues, podemos valorar que a lo largo del
siglo XV y en especial con la instauración de la dinastía
Trastámara en la Corona de Aragón, se produjo una
recuperación de la que había estado tradicional política
de colaboración entre la Orden de Montesa y la Corona durante
la mayor parte del siglo anterior y que venía a significar
el que Montesa representase un puntal de apoyo fundamental en el
entorno de la monarquía de estos siglos medievales. Bien
es cierto que en esta tradicional relación se pueden matizar
claramente diferencias entre ambos siglos XIV y XV pues si bien
en el primero podemos valorar más claramente su papel como
uno más de los grupos nobiliarios que apoyan al monarca en
su actividad política, en el siglo XV, con la transformación
del poder real, más fuerte y basado en sus propios mecanismos
de poder y oficiales reales, la relación de los Montesianos
se convirtió en algo más personal y no tanto como
Orden Militar en su conjunto. En el siglo XV primaba mucho más
la relación directa del linaje al que pertenecían
los Maestres y los freiles concretos de Montesa con el entorno de
la casa real, que el propio papel de la Orden como un todo.
La incorporación de la Orden de Montesa a la
Corona fue más tardía que la de las tres que le precedieron,
pues no se llevó a efecto hasta el reinado de Don Felipe
II, concretamente en el año 1587, que pasó a ser Gran
Maestre de Montesa, como ya lo eran él y sus inmediatos predecesores
de Santiago, de Calatrava, y de Alcántara.
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El aspirante a ingresar en esta Orden, que, como las otras, también
desde su incorporación a la Corona, es meramente una corporación
de carácter nobiliario, ha de probar en sus dos primeros
apellidos ser hijodalgo de sangre a fuero de España, y no
de privilegio, con escudo de armas, y ser descendiente él,
su padre y madre, y abuelos varones de ambas líneas de casa
solar conocida, sin haber ejercido oficios viles, mecánicos
o industriales. Tampoco se puede conceder hábito a persona
que tenga raza ni mezcla de judío, moro, hereje, converso
ni villano, por remoto que sea, ni el que haya sido o descienda
de penitenciado por actos contra la fe católica, ni el que
haya sido o sus padres o abuelos procuradores, prestamistas, escribanos
públicos, mercaderes al por menor, o haya tenido oficios
por el que hayan vivido o vivan de su esfuerzo manual, ni el que
haya sido infamado, ni el que haya faltado a las leyes del honor
o ejecutado cualquier acto impropio de un perfecto caballero, ni
el que carezca de medios decorosos con los que atender a su subsistencia.
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