Fundada por San Romualdo, en
el año 1.027, en Camaldoli (Italia), pero tuvo lugar una reforma,
en el año 1.528, a cargo del Beato Paolo Giustianiani. La casa
central se encuentra en Roma. En España poseen un monasterio,
el de San Felices, en La Rioja. El nombre de esta Congregación
proviene de Toscana, (Camáldula, Camaldoli). Se trata de una
orden monacal que, fundada, como hemos dicho, por San Romualdo, monje
benedictino, sigue esta Regla. Por tanto, su historia está
unida a la Orden Benedictina, lo que hace que, hasta llegar a la Reforma,
tengamos que hablar, aunque sea en líneas muy generales a aquella.
En un principio, la Orden Benedictina, cuando proliferaron sus monasterios,
estos acabaron como entidades independientes de tal modo que la casa
madre de Montecasino, no podía arrogarse más que una
dignidad primordial puramente honorífica. Así, venía
a resultar, que sin la autoridad central y tentados por el afán
de riquezas, los monjes caían a menudo en los excesos que origina
la abundancia de bienes. Una comunidad poco virtuosa, forzosamente,
tenía que elegir un abad tolerante que, naturalmente, cerraría
los ojos ante los desórdenes. Así no es de extrañar
que no pocas personas ingresaran en la Orden empujadas por un ansia
de ociosidad bien alejada de lo que debía ser auténtica
vocación. Es bien cierto que la fundación de las Órdenes
religiosas tuvieron que estar sujetas a tanteos y ensayos, lógicos,
por otra parte, en todos los grandes esfuerzos espirituales.
Ya, en el periodo carlovingio se hizo una tentativa para la Reforma
de la Orden Benedictina, tornando a la severidad de los primeros días.
Un noble, monje del monasterio de Saint Seinc, descontento con la
rutina viciosa de las casas, pidió y obtuvo el permiso para
retirarse a sus tierras, Aniano, al Sur de Francia, para fundar allí
un monasterio según sus deseos. Su nombre era Benito y se le
conoce en la historia con el nombre de Benito de Aniano. Monjes suyos
pasaron a otros monasterios para dar ejemplo, con su celo, a aquellos
que habían perdido la tradición benedictina. Benito
de Aniano, marchó a Alemania para fundar otra casa cerca de
Aquisgrán y allí murió en el año 822.
Para Benito de Aniano el remedio para combatir la relajación
que imperaba en muchas casas benedictinas era reglamentar la vida
de los monjes, prohibiéndoles interpretar la Regla según
sus conveniencias. Para conseguirlo redactó un "Codex
Regularun" y una concordancia o comentario a la Regla de San
Benito. Citamos todo esto porque, al fin y al cabo, no fue otra cosa
que el intento de reforma que años más tarde, el beato
Paolo Gustianiani llevaría a efecto y de la cual nació
la Orden de los Ermitaños Camaldulenses del Monte Corona. Más
éxito que la primera reforma, intentada por Benito de Aniano,
tuvo la segunda, iniciada con la fundación del monasterio de
Cluny, en el año 910. Desde el primer día Cluny fue
el heredero de los esfuerzos de Benito de Aniano y su segundo abad
Tón, logró llegar mucho más allá. La Orden
Benedictina adquirió un nuevo carácter, insistiendo
en la piedad y austeridad prescritas por la Regla de San Benito. Lo
que se precisaba era asociar los monasterios y que todos estuvieran
sujetos a un poder central.
Poco a poco los monasterios fueron pasando a depender de la autoridad
de Cluny. Para tan vasta red de monasterios se dividió la Orden
en diez provincias y para cada provincia, se elegían dos visitadores,
en el concilio general que se celebraba anualmente; Esta es la época
en la que los abades benedictinos supieron mantener vigorosamente
su personalidad y el carácter y la disciplina de una institución
tan poderosa que en los siglos XI y XII fue el mejor instrumento de
la obra de los Papas en la civilización de Occidente. Pero,
paulatinamente, esta influencia hubo de perjudicarle; inevitablemente
ésta iba unida con riquezas, abundancia y un poder político
poco favorable para la vida espiritual. Por tanto, no es de extrañar,
que los espíritus verdaderamente deseosos de quietud y soledad
se fueran otra vez a vivir a los yermos para consagrarse a las prácticas
que recuerdan las de los primeros monjes cristianos. En estos momentos,
año 1.027, cuando como culminación de una larga obra
de reforma monástica, impulsada por Pedro Damián y sobre
todo por San Romualdo, decide éste crear una nueva Orden que,
siguiendo la Regla de San Benito, se aparte del Císter, naciendo
así los Ermitaños Camaldulenses del Monte Corona. Era
la vuelta a los orígenes, una rectificación de la desviación
cluniacense, acudiendo a las fuentes.
Esta época coincide con el apogeo de Cluny que se mantiene
en estrechas relaciones con el naciente imperio y la dinastía
sajona. Se trata de un monacato que se adapta a la existencia de un
emperador que dirige la vida de la cristiandad y orienta la acción
del Papado. Esta fórmula, nacida en la época carolingia
y continuada con la dinastía de los Tones, acaba por entrar
en crisis al tiempo que desaparece la identidad entre Papa y Emperador.
Es el estallido que precede a la lucha entre Gregorio VII y Enrique
IV; es esencial y señala el desplazamiento del centro del movimiento
de reforma monástica desde Cluny hasta las fórmulas
ascéticas en la línea del también monje benedictino
San Romualdo. San Romualdo, no se aparta de la Regla de San Benito:
lo que hace es llevarla a la práctica con todas sus consecuencias.
Esta es la norma que imparte a la recién creada comunidad de
Ermitaños Camaldulenses del Monte Corona. Si se hace necesario
al convento, San Romualdo, insistirá en que la pobreza absoluta
debe ser no sólo individual, sino de la comunidad entera. Los
camaldulenses no deben poseer plata, ni oro, nada, ni aun siquiera
cobre en los bolsillos. Rezad, cuidad a los enfermos que lo precisen,
meditad y orad. Y si queda algo de aquello que consumamos para nuestro
sustento, repartirlo día tras día entre aquellos que
nada tienen. En lo que respecta a Cluny, entre 1.109 y 1.119, bajo
el Abad, Ponce de Mengeuil, se precipitó a una profunda crisis,
alentada por la propia ambición personal del citado Abad. Su
marcha a Jerusalén, dejó a Cluny en manos de Pedro "el
Venerable", a quien le fue imposible detener su decadencia.
Para agravar el hecho, Mengeuil, regresó de Jerusalén
y atacó a Cluny con gentes de armas, deponiendo a Pedro "el
Venerable" y comenzó un reinado de auténtica tiranía,
hasta que el Papa excomulgó a Ponce y repuso a Pedro. La Orden,
de todos modos, casi se encuentra en peligro de extinción,
agravada por la epidemia de peste que asola el país. Tan sólo
la llegada, en 1.112, de Bernardo de Fontaines con otros treinta caballeros,
hace renacer la esperanza. Y en efecto, se inicia la recuperación
de Cluny. Pero todo eso es ya asunto aparte de la Orden que estudiamos.
Los Camaldulenses fundados por San Gregorio continúan, con
mayor o menor intensidad, una vida ajustada a la Regla de San Benito.
También ellos están precisados de una Reforma. Y esta
la lleva a cabo el Beato Paolo Giustianiani, en el año 1.528.
Actualmente, la comunidad camaldulense continúa fiel a la Regla
de San Benito, pero no pertenece a la Confederación formada
por los distintos monasterios y casas benedictinas. Algo semejante
a lo que también afecta a los Silvestrinos, de los que nos
ocuparemos en su momento.
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