Esta Orden fue fundada en el año 1.201, por el rey Pedro
II, de Aragón, con el título
de Orden de San Jorge de Alfama. Recibió este nombre dado
que se le concedió el desierto de Alfama, a unas cinco leguas
de Tortosa. Para comprender la decisión real de fundar una
Orden Militar, hay que tener en cuenta la personalidad del monarca
y las circunstancias que rodearon su reinado. Pedro era hijo primogénito
de Alfonso "el Casto". Por el testamento paterno recibió
Aragón, Cataluña y tierras en el sur de Francia, en
tanto que su hermano, Alfonso, recibía Provenza Millán
y Gabaldá. A pesar de esta división, se conservó,
cierta unión en los dominios catalano-occitanos, fortaleza
por la alianza política entre ambos hermanos y porque a la
muerte de Alfonso de Provenza, Pedro ejerció la tutoría
sobre su joven sobrino. Pero para mantener la fastuosidad de su
corte, al tiempo que un ejército bien pertrechado, Pedro
precisaba dineros y estos los obtenía mediante el impuesto
de fuertes tributos que provocaban el descontento popular. Una de
sus ideas fue ampliar sus dominios, emprendiendo la guerra contra
los musulmanes a fin de arrebatarles tierras. Con este fin, en al
año 1.201, creyó muy interesante la creación
de una Orden Militar cuyos caballeros le ayudaran en la empresa
y a tal fin, se determinó a fundar la Orden de San Jorge,
a la que se añadiría, "de Alfama", por el
señorío que le dio de ciertas tierras, en realidad
desérticas, muy próximas a la villa de Tortosa. La
Orden decidió regirse por la Regla de San Agustín
(confirmada en el año 1.373). Pedro emprendió la guerra
y consiguió, con la ayuda de los caballeros de la recién
creada Orden Militar, arrebatarles a los musulmanes de Valencia,
Ademuz Castielfabib. El rey se centró en su alianza con Castilla
y trató de apoderarse de la isla de Mallorca con una expedición
que finalizó en fracaso. Alfonso VIII, de Castilla solicitó
su ayuda para combatir el poder musulmán y los aragoneses
y catalanes así lo hicieron, participando en la batalla de
las Navas de Tolosa. Entre las huestes del rey Pedro, se encontraban
los Caballeros de la Orden de San Jorge, que no dudaron en acudir
al llamamiento del monarca. Vino un intento de apoderarse de parte
del País Vasco, en detrimento de Navarra, y los que resultaron
más beneficiados fueron los castellanos. La última
etapa de su reinado se caracterizó por las convulsiones producidas
en Occitania con motivo del catarismo. Pedro se encontró
ante un dilema, por un lado deseaba conservar la amistad de los
nobles del Languedoc y por otro, no quería enfrentarse al
Papa que había decretado la Cruzada contra los Cátaros.
La decisión papal de enviar a la nobleza franca contra los
albigenses (cátaros) occitanos, obligó a Pedro a alinearse
junto a estos. No sólo porque era su deber proteger a los
que eran sus vasallos, sino que en aquel conflicto estaba en juego
toda la política occitana de sus antepasados. El problema
afectaba también a la Orden de San Jorge, obligada, por un
lado a combatir con el Rey que la había creado, y por otro,
a entrar en combate con las fuerzas protegidas por el Papa, lo que
repugnaba a su catolicismo. En suma,Pedro y los occitanos se enfrentaron
a las tropas francas dirigidas por Simón de Monfort. La batalla
se riñó a las puertas de Muret el 12 de septiembre
de 1.212; Pedro resultó derrotado y muerto y toda Occitania
quedó en poder de los cruzados, con lo que las pretensiones
sobre todas estas tierras quedaron definitivamente arruinadas. No
por esto, la Orden de San Jorge, dejó de existir. Permaneció;
pero, de acuerdo a las crónicas, aunque sus caballeros eran
hombres de bien probado valor en la guerra, en tiempos de paz llevaban
una vida un tanto relajada. El rey Pedro IV de Aragón y III
de Cataluña, llamado "el Ceremonioso", quiso darle
nuevo vigor a la Orden para lo que solicitó del Papa Gregorio
XI, su aprobación pontificia. Esta le fue otorgada y por
parte del Rey, la Orden recibió el lugar de Aranda. Ya por
aquel tiempo, la Orden de San Jorge había iniciado su decadencia.
Su convento era muy pobre, el número de caballeros era cada
vez más escaso. De todos modos, participaron en cuantas empresas
emprendió el rey Pedro "el Ceremonioso", un reinado
caracterizado por convulsiones internas y guerras externas, entre
las que destacó la denominada "de los dos Pedros",
a causa del enfrentamiento de los aragoneses y catalanes del rey
Pedro "el Ceremonioso", contra los castellanos del también
Pedro, Rey de Castilla, apodado "el Cruel". A estas alturas,
la Orden de San Jorge ya estaba en franca decadencia y así
llegó hasta el reinado de Martín "el Humano".
Cuando sucedió en el trono a su hermano Juan, se encontraba
en Sicilia y aún tardó casi un año en regresar
a la Península. En 1.397, Martín, juró los
Fueros de Aragón y en la primera etapa de su reinado se esforzó
en acabar con las rencillas que existían en varios puntos
del Reino. Tuvo que pasar a Cerdeña para aplastar la rebelión
de los Jueces de Arborea, que, ayudados por los genoveses, dominaban
toda la isla a excepción de Cagliari, Alghero y Longorado,
que permanecían fieles a la corona aragonesa. Este rey tuvo
la idea de fortalecer a la Orden de San Jorge, pero ya era muy tarde
estando la misma en absoluta decadencia, extinguiéndose poco
a poco. Fue entonces cuando Martín "el Humano",
concibió una solución: Unir la Orden de San Jorge
con la de Montesa. El Papa Benedicto XIII, dio su aprobación
y así, sin la menor dificultad, los Caballeros de San Jorge
se integraron en la de Montesa. ¿Qué otra cosa podían
hacer? La Orden de San Jorge de Alfama era como un débil
riachuelo de escasas aguas comparado con el caudal ancho y caudalosa
del río de la de Montesa. Pero, al menos, algo consiguió:
que la Orden de Montesa, en lugar de utilizar la Cruz de los Calatravos
como distintivo, aceptase portar la suya, la de San Jorge, la roja
cruz del Santo. Diez Maestres tuvo la Orden de San Jorge: El primero
fue don Frey Juan de Almenara. El último, don Frey Guillén
Castello, que fue a quien le tocó ver como su Orden desaparecía
absorbida por la poderosa de Montesa.
Durante su existencia, que duró dos siglos, menos algunos
meses, tuvo que enfrentarse, no pocas veces, a la Orden de Calatrava,
aun teniendo la misma Regla. Siempre fue su rival y en no pocas
ocasiones su enemiga. De todos modos, al fundirse San Jorge con
Montesa, la primera dio a la segunda su insignia como emblema, la
roja Cruz de San Jorge, y la segunda, al acoger a los miembros de
la otra, su nombre y protección. Una vez que se unieron,
los Caballeros de San Jorge ya estuvieron siempre al servicio de
su nueva Orden y con los de esta participaron juntos, como un solo
Cuerpo Militar, que eso fue lo que en realidad eran, en los días
de gloria de Montesa, así como en los de su decadencia. Se
distinguieron bravamente luchando en Valencia, contra los sublevados
nobles de aquella ciudad que, apoyados por el pueblo, formaron la
llamada "Unión" contra el poder centralizador del
rey Don Pedro "el Ceremonioso", de Aragón. Tomaron
parte asimismo en las guerras de Italia, acompañando a Alfonso
V. En un combate naval contra los genoveses los caballeros de la
Orden de Montesa, en cuyas filas luchaban ya los antiguos de la
de San Jorge, tomaron al enemigo cinco galeras e hicieron numerosos
prisioneros. Cuando en el año 1.587, la Orden de Montesa
fue incorporada a la Corona de Felipe II, por bula del Papa Sixto
V, los antiguos caballeros de San Jorge ya no existían. De
la Orden a la que pertenecieron tan solo quedaba, en el mejor de
los casos, su cruz y un lejano recuerdo. Esta representación
de San Jorge, conservada en el Museo de Arte de Cataluña,
lo muestra con ropajes de la época, pues su autor, Jaime
Huget, no estimó, como era normal entonces, la rigurosidad
de la cronología y por ello lo viste de armadura y alabarda
que contrastan con el espadín de corte que porta al cinto.
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